Editorial de Jaime Couso y Macarena Vargas: “Licencias y audios: de nuevo, la ética profesional en la encrucijada”

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Por Jaime Couso, decano de la Facultad de Derecho UDP, y Macarena Vargas, vicedecana de pregrado de Derecho UDP.

25 / 06 / 2025

Días atrás participamos en un conversatorio sobre el rol de la ética profesional en el mundo de la medicina y el derecho, a raíz del escándalo de las licencias médicas y de las filtraciones judiciales. El objeto de esta actividad fue analizar el impacto sociocultural de estas prácticas, el deterioro a la confianza en las instituciones profesionales y el rol de las universidades en la formación de profesionales con conciencia ética. Todo ello, pues como universidad vemos la necesidad de reforzar el compromiso y rol público de estas profesiones.

En el caso de la carrera de derecho, nos preguntamos, entre otros temas, si el tráfico de influencias entre abogados y jueces reflejan prácticas extendidas en la profesión y suponen una crisis ética o de probidad en nuestro medio.

Qué duda cabe de que los casos recientes han colocado a nuestra profesión en el ojo del huracán y nos sitúan en un punto de inflexión hasta ahora no antes visto. Es un secreto a voces que -desde hace mucho tiempo -se vienen dando prácticas que ponen en tela de juicio la probidad de los operadores del sistema; los alegatos de pasillo (o vía WhatsApp, hoy por hoy) son un ejemplo paradigmático de ello. Este tipo de comportamientos comprometen dos pilares fundamentales del debido proceso —la independencia y la imparcialidad judicial—del Poder Judicial ante la ciudadanía.

Aunque casos como los antes señalados no representan a la mayoría de los abogados y abogadas, generan un grave daño reputacional a la profesión cuya legitimidad se funda precisamente en la confianza social.

Creemos que la ética y la probidad en la abogacía es especialmente importante porque trabajamos con personas, cuyos problemas nos son confiados en la búsqueda de soluciones adecuadas y oportunas. La profesión jurídica no se trata de cualquier prestación de servicios, sino que históricamente han cumplido un rol de resguardo de bienes públicos fundamentales, como el acceso a la justicia (una justicia imparcial), la resolución pacífica de conflictos y el derecho a la defensa.

Pero cuando la lealtad con esos bienes es traicionada, supeditada a la búsqueda de la ganancia fácil, ilícita, el pacto de confianza entre los profesionales y la sociedad se debilita peligrosamente, y se cierne el riesgo de la autotutela, el abuso de poder y la corrupción.

Como Facultad de Derecho UDP tenemos la responsabilidad y el compromiso de formar a nuestros estudiantes con una ética profesional sólida. No solo debemos transmitir competencias académicas y prácticas, sino formar profesionales con una conciencia ética robusta, capaces de resistir las presiones del entorno.

Este compromiso se viene asumiendo desde el 2016 con un curso obligatorio sobre esta temática -Responsabilidad profesional del abogado. Desde el 2023, con la implementación del nuevo plan de estudios, se incorporan resultados de aprendizaje que tributan a la dimensión de “Compromiso valórico y ético en el ejercicio de la profesión”. Esto ha permitido que las implicancias éticas de las situaciones que los y las estudiantes enfrentarán en su futuro ejercicio profesional, así como las decisiones o estrategias que podrían adoptar, no se aborden únicamente en un curso específico, sino que se analicen de forma transversal a lo largo de diversos cursos durante la carrera.

A lo anterior se suma la reciente suscripción de un convenio con el Colegio de Abogados de Chile y diversas facultades de derecho del país, con el objetivo de instalar estas temáticas en el debate nacional desde una perspectiva académica. En este contexto, nuestra Facultad será anfitriona y organizadora del seminario “Derecho, ética e inteligencia artificial: ¿estamos preparados?”, que se realizará el 20 de agosto y en el cual se abordarán estos temas desde la mirada de la abogacía y la judicatura.

Todo eso es importante, pero también lo es el papel de nuestros egresados y egresadas, quienes se desempeñan día a día en los diversos espacios del ejercicio profesional. Probablemente es ahí donde más se pone a prueba el aprendizaje de la ética profesional: en la toma de decisiones en contextos reales —no frente a un caso ficticio en la sala de clases—, como aceptar o no un caso que debería rechazarse, aprovechar o no una ventaja indebida, reconocer un error y asumir el costo de dar marcha atrás, entre muchas otras situaciones que desafían nuestras convicciones.

Creemos firmemente que el compromiso ético es un sello reconocible en nuestros alumni; que es parte de su carácter y su reputación. Ese sello lo reconocemos en generaciones egresados y egresadas, y confiamos en que quienes ahora se gradúan podrán advertir, en su encuentro con las generaciones anteriores, que lo que les enseñamos en la Facultad es algo que también se vive en la realidad de la práctica de la profesión de las y los portalianos.