¿Rifle o rifleros?

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El Mercurio | Columna de Mauricio Duce

13 / 08 / 2021

Uno de los hechos más pintorescos y derechamente bizarro producido en los últimos meses en el país ha sido la irrupción pública de una nueva organización de la sociedad civil denominada Asociación Chilena del Rifle (ACDR).

Lo primero que llama la atención es la similitud del nombre con la National Rifle Association de los Estados Unidos. Imagino que se trata de una simple coincidencia. Espero que solo sea eso. Dicha institución es considerada uno de los lobbies más poderosos en los Estados Unidos, por ejemplo, invirtiendo más de US$ 30 millones para apoyar la campaña de Donal Trump en el proceso que resultó finalmente electo presidente e invirtiendo anualmente

fuertes sumas en la presión de parlamentarios en la tramitación de distintos proyectos de ley (no solo en favor del uso de armas), como dan cuenta diversas fuentes oficiales en dicho país (recomiendo revisar un reportaje de El País de España de hace un par de años en la materia). Dentro de su financiamiento se encuentran los fuertes aportes de la industria de las armas, aun cuando hay restricciones para el uso de ellos en sus campañas de acción política, como lo explica CNN.

Volviendo a nuestra ACDR local, no es mucho lo que podemos decir sobre su estructura, integrantes y fuentes de financiamiento. En su página web no existe información al respecto. Hay, eso sí, información general sobre su misión y objetivos, pero cuando uno presiona sobre ellos con el objetivo de obtener más, la página lleva a un formulario de inscripción. Me pregunto si habrá coincidencias con su par norteamericano en estas materias.

En este contexto, de escasa información, sí puedo decir algo sobre la presencia pública que ha tenido recientemente la ACDR. El pasado 7 de agosto publicaron en El Sábado de El Mercurio (p. 7) un anuncio pagado de media página que, en mi opinión, habla mucho del trabajo que están haciendo. En este anuncio hacen un fuerte llamado a que se conceda el derecho a los ciudadanos a tener un arma como una forma

de reacción frente al riesgo de que “un ladrón, violador o asesino entre a tu casa”. Se despachan diversas frases como, por ejemplo, “un ciudadano que no tiene derecho a tener un arma (…) no es un ciudadano, es un súbdito”. Si consideramos que, según datos de la Dirección General de Movilización Nacional, en el año 2020 hubo 737.538 armas inscritas activas a nombre de personas naturales en el país (y no todas ellas están en manos de personas distintas). es razonable pensar que en la ACDR consideran que más del 98% de la población caería en esta categoría que ellos llaman “súbditos”. Me parece que se trata de un dato interesante a considerar y estudiar para cientistas políticos, sociólogos y otras disciplinas afines. Me temo que también pueda tener ramificaciones interesantes para hacer estudios de orden más bien psicológico y psiquiátrico, aun cuando no necesariamente en los súbditos.

Me interesa detenerme en otra cuestión. Buena parte de las afirmaciones del texto publicado se basan en ciertas premisas empíricas de lo que ocurriría con la delincuencia en Chile y que justificarían su llamado. De manera interesante observo en el anuncio que en su cuarto inferior izquierdo se acompaña un gráfico con evidencia empírica que asumo daría sustento a todo el texto. Presto mi atención en ella, pero mi sorpresa es mayúscula al observar con detención el gráfico. En él se muestra una curva ascendente, pero ella corresponde a la realidad de un solo delito (el robo con violencia o intimidación) y cubre el período entre los años 1997 y 2003. Si, usted leyó bien, ¡¡¡se trata de datos que cubren solo a una categoría específica de delitos (ni siquiera a todos los que ellos mencionan en su texto) y cuya fecha inicial es de hace casi 25 años!!!

Creo que esto da cuenta de manera muy gráfica (lo digo sin ironía de por medio) cómo se discute en Chile sobre materias vinculadas a la seguridad pública. El gráfico seleccionado por la ACDR, imagino que con cuidado al hacer una inversión fuerte en un anuncio pagado de este tipo, refleja dos actitudes posibles de su parte. La primera, en una lectura algo más ingenua, es que sus integrantes carezcan de las más mínimas competencias técnicas que les impidan identificar evidencia relevante y actualizada para sustentar sus afirmaciones. Lo cierto es que hay mucha información actualizada sobre la misma materia y disponible fácilmente en internet. En caso de darse esta hipótesis, estaríamos frente a una institución tan precaria en su capacidad técnica que valdría la pena preguntarse si debiera ser considerada mínimamente como un actor al que habría que escuchar. Sus opiniones no tendrían ningún peso relevante para discutir en serio políticas públicas en estas materias. Una segunda alternativa en una lectura un poco menos ingenua, es que ellos hayan visto los datos actualizados ampliamente disponibles, por ejemplo, la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), y se hayan percatado que la tasa de victimización general y, los delitos de robo con violencia o intimidación en particular, han venido bajando en forma consistente en los últimos años y, por lo mismo, hayan decidido no usarla. En esta segunda hipótesis estaríamos frente a un caso grave de manipulación de la información, que daría cuenta que la ideología superaría al esfuerzo de dar un fundamento con mínima base y seriedad. Nuevamente se trataría de opiniones que habría que descartar rápidamente. Este uso de los datos hablaría mucho del carácter de esta institución.

Lamentablemente, este tipo de patrones argumentativos se repiten habitualmente en nuestro país. Chile pareciera ser una tierra generosa con personas e instituciones que carecen de la información más mínima para discutir en serio políticas públicas tan delicadas como el uso de armas o que derechamente están dispuestos por razones ideológicas a presentar versiones distorsionadas de la realidad para avanzar en el logro de su agenda. Se les da tribuna y cobertura, cuando más bien lo que debiera haber es reprobación y rechazo. Por mi parte, yo les confieso que no me gustan los rifles, pero mucho menos aun los rifleros.